viernes, 28 de febrero de 2014

El dolor del duelo

Desde que tengo uso de razón el dolor más intenso que he sufrido, y que más me hizo llorar, ocurrió una mañana muy temprano cuando desayunaba con mi hermana antes de ir al colegio. Tenía yo, por aquel entonces 8 años, y mi madre nos comunicó la noticia de que mi abuelo José Gabriel se había muerto. El momento de la mañana que más me gustaba a mí era el recreo, jugando a lo que fuera en el patio del colegio. Ese día me lo pasé entero llorando, sin poder parar, con una sensación de profundo ahogo y desconsuelo, parte de ese dolor fue compartido con mi primo Iñigo.  Anduvimos juntos, deambulando erráticamente por el adoquín de los Maristas de Pamplona. Esa mañana fría, en la que descubrí qué era el dolor del alma. Ese dolor lo sentí hasta en la última célula de mi cuerpo. Quizás fue el mismo dolor que él mismo sintió, al igual que el resto de mi familia años antes, al enterarse de la muerte de su hijo José en un accidente de tráfico.

Nuestros sentimientos, emociones, sufrimientos no son una nube que se cierne sobre nuestras cabezas, son corporales, algo físico, se vehiculan a través de nuestras neuronas, tejidos, células, sistema límbico, vísceras. Toda esa emoción es transmitida, asimilada y “digerida” por nuestro cuerpo, por medio de entre otras estructuras, por nuestro procesador central, el cerebro, y sus sucursales, las vísceras.

El encargado de regular las emociones en el cerebro es el sistema límbico, y al igual que la retina es la encargada de captar la luz que luego se transformará en imágenes en el cerebro. Tenemos unos captores emocionales en las vísceras, como así nos lo demuestra el neurocientífico  portugués premiado con el Prícipe de Asturias en 2005, Antonio Damasio.

En mi caso, “digerir” la muerte de mi abuelo me llevó años, en su día no puede despedirme de mi abuelo, y me llevó muchos años poder hacerlo. Esas emociones permanecieron “enquistadas” muchos años. Hasta que gracias a la Liberación Somato Emocional puede cerrar ese proceso. Pensaba que con más de 30 años ya no me quedaban, pero... "Salid sin duelo, lágrimas, corriendo".

Así que, una vez más, se hace cierta la frase que dijo Guillermo Borja: "La neurosis del terapeuta es la alternativa para la curación del paciente". Y desde entonces, en consulta, veo casos en los que el dolor del paciente tiene que ver con el proceso de duelo y por una nula o insatisfecha despedida.
A veces por repentina o inesperada ausencia de un ser querido, o bien por imposibilidad expresar nuestras emociones, o no ser del todo francos, podemos dejar "causas abiertas", que luego cargamos durante años.
Con la terapia manual, combinada con la terapia gestalt, llamada Liberación Somato Emocional por el Dr. Upledger. se da la oportunidad de abordar el proceso de duelo con personas ausentes y en cierta manera cerrar ese proceso.
 Un ejercicio práctico que podemos hacer es la "silla vacía" que realizaba Firtz Perls, creador de la Terapia Gestalt. Esta consiste en colocarnos frente a una silla vacía en la que "sentamos" a esa persona con la que tenemos pendiente algo. Y realizar un dialogo y poder decirle de viva voz, aquello que en su día, por lo que  sea, no pudimos. Y en cierta manera poder aligerar esa carga, de reproches, remordimientos, tristeza, dolor... lo que sea que nos salga.
Hay que tener en cuenta que si uno no está seguro de poder controlar este ejercicio práctico, siempre es mejor pedir ayuda a profesionales sanitarios que puedan sostener este ejercicio, en Osteopatía Archanco, te podemos ayudar en tu proceso de Liberación Somato Emocional.
Hace una semana te fuiste Borja, este post es mi despedida y homenaje a tu pundonor y ganas de vivir, descansa en paz. Adéu.